A modo de prólogo
Podría escribir un prólogo con inteligencia: un análisis teórico repleto de conocimientos estilísticos y términos literarios. Podría usar términos como poemario, yo-poético, binomio, dicotomía, onírico, demanda y otros tantos. Podría pero tal actitud no revelaría sapiencia. Hay libros para leer con la mente y libros para leer con los sentidos y la sensibilidad. Este es uno de ellos. En esta tentativa de prólogo, pretendo sólo compartir lecturas, afectos, palabras que vuelan como pájaros. Abro las manos y las dejo partir.
Me senté a leer un libro. No era un libro cualquiera: era un libro hecho de amaneceres y viento. Gotas escarlatas de pasión y brisa susurrada por el olor del mar. Me acarició el alma fría y me dejó en los ojos los sueños del poeta. Él me buscó en el insomnio de las noches y en la soledad de los días. Cansado de estar sólo. Construyó hábilmente palabras hechas de agua, imaginadas para transponer ausencias sucesivas. Porque la soledad duele y el silencio es difícil de soportar. Vino hasta mí el pescador de poetas, lanzando la red con redes apretadas y nudos enmarañados. Tú y yo y la certeza de la profecía: Sé que me esperas. Finalizó el poema cuya memoria de mí lo acompaña en la tinta de las letras. Su destino dejó de ser el arcén de la carretera, en el margen de la vida, para ser el de un marinero navegando a vela en el caudal de un río creciente. Me buscó incesantemente en la angustia de zarpar y yo le escribí cartas con dibujos de nubes y le susurré al oído: ¡Es urgente llegar!
Tú llegas finalmente en un navío de rosas y yo suelto de tus manos esa barca encallada en el tiempo. Iremos por el mar adentro escribiendo un libro de besos inventados y tendremos por compañía las gaviotas que repetirán nuestros poemas de amor. Amor al universo que nuestros ojos alcanzan, al infinito que nuestros versos abarcan, a la dulzura de nuestro sentir en viaje por el mundo exterior. En el horizonte de nuestro navío, los pájaros habitan la casa. Abandono y promesa de nuevas primaveras. Levedad revestida de penas de seres que nada poseen y todo sueñan.
Ana Paula Mabrouk